Me pase la vida huyendo, corriendo, pasando de abrazo en
abrazo sintiendo esa extraña sensación de vacío cuando permanecía mucho tiempo
a la deriva sin unos labios que imaginar besar. Y nunca me pregunte porque,
creía que estaba bien y yo era la que no lo estaba. Llegó un día en el que me
ofrecí al mundo y le dejé entrar tan hasta el fondo que me arrancó el corazón y
entonces no estaba vacía, pero sentía un hielo abrasador cada vez que abría los
ojos y no te encontraba a mi lado. Ningún lugar tenía el suficiente calor para
mí, ni ningún cuerpo, ni ningún recuerdo y mis sentimientos comenzaron a
derretirse y a cubrir toda la habitación, hasta tal punto que ya no veía mi
reflejo en el espejo y me olvide de respirar y de quererte si es que alguna vez
lo hice. Y para un día que salí a la calle, me di cuenta de que el mundo había
cambiado tanto, que ya no me necesitaba, ni tú tampoco.
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