...has pasado por la vida sin dejar tu huella en nadie y sin
querer dejarla aunque en el fondo ni siquiera lo supieras. Y cuando las cosas
se ponían feas huías. Porque nunca te gusto estar sola pero tampoco nunca te
gusto estar con nadie atada, solo buscabas unos brazos que te sostuvieran el
tiempo necesario para seguir permaneciendo cuerda sin tener que mantener
millones de luchas internas con tus demonios. Te quejabas de que te echaban de
su lado pero, sé sincera, no echas de menos a ninguno, porque ninguno era más
que un poco de tu tiempo esparcido en el espacio buscando amor. Amor y pasión,
nunca comprensión o empatía. Te gusta cuando se les llena la boca de “mi” y se
refiere a ti pero realmente no lo necesitas, y acabas por tampoco quererlo.
Solo que crees saberlo y no lo sabes, no lo sabes hasta el final o hasta
después de pasar la noche con otro. Y como no perteneces a nadie, lo ansias
demasiado, porque siempre queremos lo que no podemos tener y te destrozas y
vuelves a quedarte sola con tu pasión y tu amor de mentira. Y esa libertad que
hay en la nada te da vértigo y quieres gritar y quieres abrazar a alguien, a
alguien que no tiene cara ni forma pero que se ve tan claro y real para ti que
te lo crees y lo buscas y acabas borracha y con cualquiera otra vez pidiendo
mentiras a cambio de cuatro besos mal dados en la esquina de una calle que
mañana recordarás y llorarás. Al día siguiente te crecerás porque eres fuerte
pero no, algo te recordará que no y será tu pesadilla de todas las noches que
le veas y más de las que no. Tú podrás decir que los tuviste, pero ellos nunca podrán
decir que llegaron a conocerte lo suficiente como para saber que no estás bien
y que puede que jamás lo estés, ni podrán seguirte para comprobarlo y jurarte
amor eterno. Pelearás contra tus demonios hasta vencerlos y puede que algún día
le llames o te llame y os deis una segunda oportunidad de autodestrucción, pero
hoy no.
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