Seguidores

lunes, 3 de diciembre de 2012

Crecí de golpe un dos de Marzo entre tus brazos.


Nos curamos mutuamente al rozarnos con las manos y nos quedamos juntos cuando nos dieron el alta de observación. Tú alegaste locura transitoria pero, yo estaba loca de verdad por no querer perderte y acabé dándome de cabezazos contra la pared, pero era todo mentira, como todo lo que tiene que ver conmigo y con mi completa apatía, todo mentira. No producía nada oír como la semana pasada te habías follado a tres, porque por alguna extraña razón volvías a mi cada noche ansiando que gimiera tu nombre, para sentir que al menos algo estabas haciendo bien si yo seguía contigo. Pero era todo mentira, menos cuando me besabas. Algo de repente quería pertenecerte para tener al menos un lugar al que llamar hogar y que no tuviera nadie más. Y ese fue el problema, que ese algo no era tan fuerte como las raíces que empezaste a dejar crecer por mis brazos y mis piernas, engulliéndolo todo, haciéndome ver que algo había cambiado y era serio. Y yo soy de las que se ríen con lo serio, así que tú te lo tomaste mal y yo no lo entendí.  Echaste raíces en otra y yo no lo entendí. Incluso después de seis meses seguí sin entenderlo y por supuesto nadie me convenció de que tu amor era falso, tan falso como lo había sido el mío. Pero nuestras cuatro paredes se tambalearon un poco, una pizca, una milésima de milímetro y entro la realidad y me pillo sola y desarmada, viendo como tus labios estaban hablando con otra en nuestro idioma. Y entonces tampoco lo entendí, ni quise, porque era difícil de explicar, aunque estaba claro. No pude contárselo a nadie y lo negué cuando me preguntaron o me hice la loca, de verdad, por no querer admitir que te perdía y un poco más por no admitir que era culpa mía. Así que me comí mi amor de mentira, que ahora empezaba a ser un poco más odio de verdad, volví, puse buena cara y pensaron que estaba bien. Les seguí el rollo. Había oído que dejarse llevar a veces estaba bien, pero todos esos labios me abrieron socavones en la piel y me arrancaron la ropa. No fueron educados, ni me llamaron después. Eché de menos todas esas cosas de ti y no te lo dije. Las busque en tu amigo y no funciono. Y después de toda tu perfecta prepotencia y mi falta de ganas aquí estamos, tú en tu cuarto y yo, en el mío. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario