Yo era una romántica, de esas de las que ya no quedan, y
contuve todas mis ganas de hacértelo cuando te dije que no a follar en la
primera cita, pero a ti se te puso esa cara de lobo feroz, devorando cada palmo
de mi ropa interior aún a aquella distancia.
Y finalmente el deseo pudo más y
acabamos en la parte de atrás de tu coche rojo, (que irónico, como mi ropa
interior) hablando de querernos, de intentarlo, mientras ponías aquel cuero
negro sobre mis hombros y me pedías que parara o que te follará y yo me reía,
con esa risa malvada que las princesas no deberían tener, con ese carmín rojo
que “tú no deberías haber conocido”, te repetías de camino a casa. Y con él que
te despertaste soñando aquella mañana antes de llamarme disimulando aquellos
colmillos tan largos “para comerme mejor”.
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