El
problema es que uno siempre busca cariños y “te quieros”, mientras que otro se
conforma con besos y polvos. Yo nunca busque que me entendieran, cariño para
eso saldría con mi psicólogo, tú eras algo más, algo que me atraía entre toda
esa gente que me decía que estaba mal y a la que yo escuche lo mínimo para que
me entrará por un oído y me saliera por el otro, pero no funciono porque quise
conocerte más. Y habría firmado por quedarme allí paralizada en tus dos besos,
en aquel abrazo, sin haber contaminado tu cama, sin haber conocido más interior
que el de tu coche, pero tú no parabas de hablar y note que me importaba, así
que escuche. Y después de toda tu asquerosa desgracia y tu falta de cariño,
quise decirte que lo sentía y que me quedaba, pero tú ya lo sabías incluso antes
que yo, así que sonreiste…
-”yo
creía que los chicos malos no sonreían”
+” yo
creía que las chicas buenas no ponían cachondos a desconocidos.”
Yo te
miraba esperando los ojos del tigre sobre mi yugular, arrancándome la ropa,
mordiéndome la virginidad, haciéndome daño en lugares que no conocía y tú me
acariciaste. Tú mano cálida atravesó mi ropa, se coló bajo mi piel y me tocó el
corazón. Fue una fusión de frió con calor que de repente me asustó, pero no pude
moverme, ni salir corriendo, ni quise. Así que veinte minutos después seguías
allí, mirándome, sin intentar llegar a meterte en mi ropa interior y yo
rechazando el hecho de que, quizás yo era la que necesitaba ser salvada y la que
te comía con los ojos. Y entonces fue cuando la que vino a salvarte se perdió.